El Roble N° 156 – Editorial Agosto: «Con esto solo no va a alcanzar»

Finalmente, tras meses consecutivos de pérdida de poder adquisitivo del salario por la pasmosa suba de precios, las centrales sindicales toman nota del malestar que tienen sus representados. No habían alcanzado los bandazos del devaluado presidente Fernández ni la inflación galopante, ni los números sobre el trabajo informal. Tampoco la ausencia de medidas que busquen mínimamente aumentar recursos entre los sectores que más se enriquecieron en los últimos años, más allá de un único y lejano «aporte» de las grandes fortunas. La profundidad de la crisis económica y social parecía no alarmar a los grandes dirigentes sindicales, anestesiados posiblemente por su estilo de vida, más parecido a los patrones que al laburante, o ganados por la rosca política de la grieta. En cualquier caso, en los hechos la gestión de toda la dirigencia sindical, salvo honrosas excepciones como aceiteros o neumáticos, estuvo signada por la total parálisis de la acción en pos de defender los intereses de les trabajadores.

Pero aún con su lógica de «zapato sin gastar», el malestar por abajo se va acumulando. El golpazo que recibió este año Caló, cuando una maniobra por parte de otra fracción de la burocracia lo destronó de la cúspide del gremio metalúrgico. Afín al gobierno y empleado de Paolo Rocca, lejos de ser un representante genuino de ese malestar por abajo, Furlán expresa ese hartazgo todavía amorfo y desorganizado que tenemos les laburantes. Sin embargo, la «tragedia» de Caló encarna la pesadilla de toda la burocracia sindical: perder el poder y el privilegio que conlleva administrar las enormes estructuras sindicales del país, financiadas por los aportes de cada afiliadx y puesta al servicio -salvo honrosas excepciones, repetimos- de los intereses patronales. El recuerdo traumático del atril de 2017, la disputa del moyanismo dentro de la CGT y la situación política y social, funcionan como catalizadoras para volver a poner a las centrales sindicales en la calle este 17 de agosto.

La tensión social entre las clases manifiesta en este hecho político una de las contradicciones centrales del momento: el peronismo que intenta sostenerse en el poder y resisten incluso la llegada del súper ministro Massa, pero que, en pos de lavarse la cara frente a sus representades y eventuales votantes deben salir a la calle a protestar. Camuflan la maniobra hablando de los «especuladores», incluso de los «ajustadores» y otros eufemismos cuando claramente no se trata ni más ni menos que de los capitalistas y el gobierno. La contradicción los empuja a la calle. Y la calle es el terreno de disputa. Podrá ser una medida para descomprimir la bronca genuina de la clase trabajadora (formal e informal), podrá ser una jornada de lucha en defensa del salario y las condiciones de vida. Es de esperar que rapidito quieran llegar a Plaza Congreso para volver de nuevo a sus escritorios, lejos de cualquier contacto con el laburante de a pie.

Esta es la nota destacada de la situación, que por supuesto se suma al reciente paro nacional docente -el primero durante el albertismo- y a la dinámica de lucha abierta hace rato por los movimientos sociales. El elemento del movimiento obrero ocupado saliendo a la calle, al menos su aparato gremial, dado que la falta de un paro que acompañe dificulta la posibilidad de movilizar, abre el debate acerca de cómo deberían incidir los sectores clasistas y combativos. En este sentido, los sectores ligados al Plenario del Sindicalismo Combativo (PSC) de la izquierda y la Unidad Piquetera (Polo, MTR, FOL, Cuba, etc.), realizarán el mismo día una marcha desde Av. 9 de Julio a Plaza de Mayo con un acto propio. Tal como ocurrió en aquella jornada de marzo del atril, plantean mostrarse a cuadras del epicentro hablando para los propios y confiando en el rebote mediático de dicha medida. No es que esté siempre mal hacer un acto aparte, sino que se trata de actuar sobre los escenarios realmente existentes. Y la realidad indica que hoy las mayores porciones del movimiento obrero ocupado se estructuran en espacios dirigidos por esa burocracia entreguista.

A nuestro frecuente remate editorial, acerca de la necesidad ineludible de reconstruir la democracia asamblearia y de base en cada lugar de trabajo, agregamos que desde el clasismo debemos marchar en conjunto al movimiento obrero toda vez que las circunstancias nos permitan pelear por reivindicaciones justas y denunciar la responsabilidad de la dirigencia sindical con el ajuste en curso.

Equipo de El Roble.

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