
En 1885, una circular recorrió de mano en mano entre trabajadoras y trabajadores en Estados Unidos. Era un llamamiento a realizar acciones de toda clase el 1° de mayo de 1886:
“¡Un día de rebelión, no de descanso! Un día no ordenado por los voceros jactanciosos de las instituciones que tienen encadenado al mundo del trabajador.
Un día en que el trabajador hace sus propias leyes y tiene el poder de ejecutarlas! Todo sin el consentimiento ni aprobación de los que oprimen y gobiernan. Un día en que con tremenda fuerza la unidad del ejército de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos de toda nación. Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana.”
El 1º de mayo de 1904 Lenin iniciaba su proclama a los y las trabajadoras con las siguientes palabras:
¡Camaradas obreros! Se acerca el Primero de Mayo, día en que los obreros de todos los países conmemoran su despertar a una vida con conciencia de clase, su solidaridad en la lucha contra toda violencia y toda opresión del hombre por el hombre, en la lucha por liberar a millones de trabajadores del hambre, la miseria y la humillación. Dos mundos se alzan frente a frente, en esta grandiosa lucha: el mundo del capital y el del trabajo, el mundo de la explotación y la esclavitud, y el de la fraternidad y la libertad.
Por una parte, hay un puñado de ricos parásitos. En sus manos se concentran los talleres y las fábricas, las herramientas y las máquinas. Han convertido millones de hectáreas de tierra y montañas de dinero en su propiedad privada. Han hecho del gobierno y el ejército sus criados, fieles guardianes de la riqueza que han acumulado.
Por otra parte, hay millones de desheredados, obligados a suplicar a los ricos el permiso de trabajar para ellos. Crean con su trabajo toda la riqueza, mientras ellos mismos tienen que luchar toda la vida por un pedazo de pan, mendigar el trabajo como una limosna, agotar sus fuerzas y arruinar su salud en trabajos insoportables, pasar hambre en las chozas de las aldeas y en los sótanos y buhardillas de las grandes ciudades”.
Con estos párrafos queríamos conmemorar tan importante fecha para las y los trabajadores del mundo, en tiempos en que nos quieren engañar diciéndonos que se celebra el día del trabajo y no del trabajador tenemos que remarcar a fuego que se conmemora un día de lucha y conciencia de la clase obrera como tal. El trabajo es el terreno donde las dos clases en pugna miden su relación de fuerzas, lo que es ganancia para unos es perdida para otros, la fábrica, el taller, las oficinas son escenarios donde se lleva adelante el proceso de apropiación del producto del trabajo de millones por un puñado de parásitos.
No es un día de festejo es un día de lucha y conciencia de clase. Es un día que debemos utilizar para tirar por tierra la mentira de que la lucha de clases no existe más. Ésta es el motor de la historia y no se va a acabar hasta que no se acabe la explotación de una clase sobre otra, hasta que la clase obrera tome el mando de la sociedad para liberar a millones del hambre y la miseria para poner de pie un programa de gobierno que permita un uso racional de los recursos para el mayor nivel de vida posible de toda la población.
Equipo de El Roble