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Editorial Marzo 2022: «¿Cuál es el poder real?»

Desde hace tiempo ya, los medios afines al gobierno de Fernández e incluso varios funcionarios en declaraciones se refieren al “poder real». Refieren a algo que se encuentra más allá del alcance de leyes o medidas gubernamentales, un poder con el cual el gobierno debe negociar en un tira y afloje constante. Este poder se corporiza en los grandes capitalistas, dueños de empresas y medios de difusión.

En algo tenemos que coincidir: ese poder real existe. Queda claro cuando las empresas despiden a pesar de regir una prohibición de hacerlo  e incluso cuando, sin mediar consecuencia alguna más que el pago de devaluadas multas, resisten órdenes judiciales de reinstalación de compañerxs o prohíben elecciones de delegadxs a pesar de estar en total derecho, o también en el manejo a discreción de los precios, siendo responsables del constante aumento inflacionario.

Y es así, este poder existe, y el gobierno con el resto de las instituciones estatales están a su servicio o en todo caso arbitran a su favor. Es que la sociedad en la que vivimos es una sociedad de clases y el Estado es un instrumento de la clase dominante para ejercer el poder, más allá de que algunas veces  la lucha de clases logre conquistas y obligue a dictar alguna ley, decreto o medidas puntuales favorables. En estos casos siempre la burguesía necesitará de acallar demandas más profundas, regular procesos que sean independientes a ella o controlar a determinado sector social (estigmatizando por los medios, silenciando o directamente reprimiendo).

En horas donde se aproxima el cierre del acuerdo con el FMI, nuestra clase no está dando respuestas como tal. Aunque la correlación de fuerzas no nos sea favorable, es importante la experiencia unitaria que desde la izquierda se viene realizando en las jornadas del 11 de diciembre, el pasado 8 de febrero y que en horas de esta tarde movilizó repudiando el acuerdo que se trata dentro del parlamento. Así se intenta configurar un polo de rechazo al acuerdo con el Fondo y al pago de la deuda que tenga una expresión callejera. Hay malestar en las bases peronistas, dentro del FDT, pero pareciera ser un cacareo más para la tribuna propia que para realmente promover el rechazo. La situación está tensionada por el acuerdo con el fondo que  traerá más ajuste, aumento de tarifas, retroceso en gasto social. Es decir, el mismo programa de la última década pero agravado y monitoreado por el fondo, demostrando una vez más que ese poder real existe y lleva el mando, gobierne quien gobierne.

Nuevamente grandes extensiones de tierra arrasadas por el fuego, estos últimos meses en el sur y el litoral, y el gobierno incapaz de evitarlo. Siempre detrás de los incendios hay grandes negocios o la patria sojera que debe incrementar su producción para abastecer las granjas porcinas ya instaladas y las que vendrán, o las mineras o las grandes inmobiliarias. El poder real marca la cancha y el gobierno demostrando que no está para pararles la mano.

¿No se puede hacer nada? ¿Este poder dominará por siempre a su antojo?

Está claro que  votando a tal o cual partido de la burguesía no lo podemos detener ya que sus instituciones no están para eso sino todo lo contrario. Lo vimos en Chubut cuando a días de ser elegidos los legisladores votaron a favor de las mineras, contra el pueblo que acababa de votarlos. También en Chubut vimos, como hace un tiempo en Mendoza, que las clases oprimidas organizadas en asambleas y con su movilización permanente lograron ponerle freno a esa ambición que el gobierno no controla, lo vimos en 2017 donde toneladas de piedras echaron por tierra al “reformismo permanente» del Macrismo.

Es que con organización y lucha ponemos de pie al otro poder real, al poder de trabajadores y oprimidos. Hoy la clase trabajadora y un archipiélago de organizaciones populares se expresan de forma aislada y así no logran más que, en algún caso, obtener una demanda parcial devorada inmediatamente por el ajuste y la inflación. Es que como lo hace la burguesía, que a la hora de definir políticas de fondo lo hacen unidos, también los del otro lado debemos unirnos. No podemos contar para eso con las actuales direcciones de las centrales obreras. Estamos en un año de renovación de los mandatos gremiales, es una oportunidad para hacer crecer ese pequeño núcleo de sindicatos clasistas como Aceiteros, el neumático, varias seccionales docentes, los ferroviarios de Haedo y decenas de cuerpos de delegados y comisiones internas. Tendríamos que poder darles como mandato la necesidad de unificar las demandas para, golpeando como un solo puño, frenar el ajuste. En la inauguración del ciclo legislativo Fernández expresó tres puntos fundamentales: que van a luchar contra la carestía y que no habrá reforma laboral, ni jubilatoria, nosotrxs decimos que para que esto ocurra será necesaria la movilización de la clase trabajadora y el pueblo pobre, la Reforma laboral no está precisando de leyes para llevarse adelante, por lo que al gobierno respecta seguirá siendo así, la Jubilatoria  va por el mismo camino, AF dejó la puerta abierta para el aumento de edad de retiro a decir que hay que facilitar al que quiera seguir trabajando los medios para hacerlo.

Es fundamental que, como hace la burguesía, nos organicemos más allá de los límites que la ley impone porque se trata de enfrentar a ese poder con nuestro poder, con el poder obrero, que se manifiesta parcialmente en cada lucha pero que si se unifica tras un programa puede cambiarlo todo. 

Equipo de El Roble.

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Editorial El Roble N° 150 – Mayo: Un proyecto propio para que no nos trague la ola

Surfeamos la segunda ola de covid, superando la cifra récord de los 29.000 casos diarios, con pocas camas de terapia intensiva disponibles y habiendo superado las 60.000 muertes. Mejor dicho, intentamos surfear en mar está revuelto, con mal clima y tiburones merodeando.

Como hemos señalado ya en nuestras páginas, el gobierno nacional y los provinciales promueven la continuidad de las actividades que garantizan la movilidad de la población y por lo tanto, la circulación del virus. La crisis sanitaria se combina con la crisis social que hunde en el mar de la pobreza a más del 40% de la población. La canasta básica alimentaria para que una familia de 4 personas no caiga en la indigencia está en los $25.600. Según el Indec se registró una suba respecto de marzo del 4,5%. Tengamos en cuenta que el salario mínimo se ubica en los $21.600. Por más equilibrio que hagamos, no hay tabla lo suficientemente buena que impida que nos tape el agua.

La vacunación avanza a cuenta gotas, de modo que no hay ninguna variable realmente seria que apunte a bajar la tasa de contagio. Se inflan mediáticamente las expectativas en la millonaria oportunidad que tiene el Laboratorio Richmond de producir la vacuna Sputnik en el país. Es cierto que podría tratarse de la posibilidad simplificada del acceso a la vacuna para la población local, pero también es cierto que el laboratorio mABxience, ubicado en Garin, ya producía el principio activo de la vacuna de AstraZeneca. Pero de esa producción (6 millones de dosis) que se exportó a México para ser envasada no se dió ni una sola dosis en el país. Es decir, no es equivocado mirar con desconfianza la gestión de la salud en cualquiera de sus aspectos cuando está en manos de empresarios que, como no puede ser de otro modo, intentarán hacer negocios para aumentar sus ganancias.  

Acuerdos en la “grieta”

Ante este cuadro de situación, vemos que la enorme parte de la población que se ve forzada a arriesgarse al contagio son las y los trabajadores centralmente por dos motivos. Por un lado, porque frente a la carestía de vida, son miles quienes no tienen alternativa más que salir a trabajar. Por otro lado, complementario a esto, están las patronales que no dan tregua y presionan para que se asista a los lugares de producción. No es casual que esté totalmente fuera de discusión que las ramas productivas no esenciales deban mantenerse en marcha, incluso cuando en plantas como Toyota haya estado funcionando un solo turno ante la suba de contagios entre sus operarios. Sin embargo, de un lado y el otro de la grieta, aún cuando ya lanzados a la campaña electoral se tiran con munición gruesa, coinciden en que “la economía no puede detenerse”. Este es el eufemismo para decir que hay que ir a trabajar. Ahí está la explicación de la altísima movilidad del virus y por ende de las cifras record de contagios.

No son accidentes

El pasado sábado 24 de abril se presentó el anuario de casos 2020 del espacio Basta de Asesinatos laborales (BAL). Allí se reveló que durante dicho año murieron 1295 personas, de las cuales 985 fallecieron por contagiarse en su puesto de trabajo. Es decir, un trabajador o trabajadora murieron cada 7 horas por causas vinculadas al ámbito laboral. Desde luego que estos números no son casuales. El capitalismo es el mal endémico que padece la humanidad y que, como otros aspectos de la realidad, recrudeció su maquinaria asesina con la pandemia. Como bien señalan en BAL, “si son evitables no son accidentes, son asesinatos laborales”.

Luchar para no morir

Desde las y los trabajadores de salud en Neuquén o en provincia de Buenos Aires, los obreros de Arrebeef, la docencia de Ciudad de Buenos Aires, los movimientos sociales en toda la zona del Amba, incluso la población catamarqueña de Andalgalá que se planta contra la megaminería, se tratan de luchas por la vida. Se trata de no perder el sustento de miles de familias obreras, de tener salarios que alcancen para vivir, de condiciones seguras de trabajo para quienes ponen el cuerpo en la primera línea contra el coronavirus, de proteger un recurso básico como es el agua. Las batallas que se vienen desarrollando, aún cuando aún sean fragmentadas, sin centrales sindicales u otros organismos que logren unificar y nacionalizar las luchas, son muestras de resistencia contra la barbarie capitalista. Enfrascados en una realidad que parece ajena a estos padecimientos, no es apostando a alguno de los lados de la grieta que encontraremos las soluciones de fondo. Se trata de construir una alternativa, un proyecto propio del pueblo trabajador haga eje en la vida y no la búsqueda permanente de ganancias que son ajenas. Esto es lo que está puesto en juego en la hora actual.

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Equipo de El Roble.

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Editorial El Roble N° 145 Noviembre/Diciembre: «El mito de la división de poderes»

La división de poderes dentro del estado burgués es un mito tan grande como definir la democracia etimológicamente como poder del pueblo.

 La única división de poderes real está entre quienes lo detentan, los capitales nacionales y, sobre todo, los extranjeros ( empresas multinacionales, FMI ,etc.), dueños ellos de la tierra, las fábricas, los bancos, de los cuales  el gobierno de turno  es un administrador ( para muestra los comentarios de el diputado oficialista Pablo Yedlin al votar la ley de vacunas . “Sabemos que esto no es lo óptimo, pero son los requisitos que la industria farmacéutica impone.”)  y pone todo el aparato del estado a su servicio y del otro lado quienes sólo poseemos el poder que nos da ser quienes producimos todo lo que se consume, pero, no conscientes de ese poder aun no lo ejercemos.

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Es cierto que de un lado y otro de la “grieta” aparecen discursos y algunos frentes políticos diferenciados. Pero, justamente, es ese relato de la supuesta grieta que alimenta a unos y otros. Frente al rechazo que dejó el pésimo gobierno de Cambiemos, el Frente de Todos se muestra como la única opción potable. Sin embargo, la realidad demuestra que ante cada hecho el hilo se termina cortando por lo más fino, y entonces tenemos que soportar rebajas salariales, despidos, desalojos, represión, tener que trabajar pese a la pandemia, mientras la especulación financiera, los grandes terratenientes y el capital más concentrado avanzan con su agenda sin despeinarse.

Los grandes capitales son quienes realmente eligen quien gobierna, el gobierno es su empleado y para ganarse la confianza de sus amos subordina a los jueces, fiscales, aparato represivo, parlamento. Y demuestra, como el perro que te trae el palito moviendo la cola, para quien ejerce el poder votando leyes, fallando y ejecutando desalojos y represiones varias entre otras  cuestiones.

Esos poderes que se muestran disociados cuando de leyes o fallos favorables a los trabajadores se trata. Como el decreto antidespidos de Alberto Fernández 750.000 veces desoído por los empresarios en lo que va de la pandemia, o las reinstalaciones de despedidos en fábricas que pueden estar meses sin volver a sus puestos ( A cambio del cobro de multas) con las FFAA del régimen dispuestas a levantar cualquier bloqueo corte de calle que quiera imponer el “fallo judicial”, pero cuando se trata de leyes o fallos a favor de los empresarios actúan rápido y unidos demostrando subordinación  y eficacia como cuando desalojan  a quienes, ya despojados de todo toman tierras que tienen como fin negocios y negociados de los verdaderos dueños de todo para solucionar algo tan básico como el derecho a la vivienda.

En última instancia el responsable es el sistema capitalista voraz que destruye el planeta, nos deja sin derechos, nos come el salario, nos expulsa.

La nueva tecnología electrónica y automatizada está socavando los cimientos mismos de la sociedad.  Al estar puesta al servicio de unas pocas manos privadas y no del conjunto de la humanidad está creando profunda miseria para miles de millones de mientras se acumula una obscena riqueza en unas pocas manos.  A la vez que crece esta riqueza, caen en la pobreza extrema una nueva clase de obreros, desde los que trabajan fuera de convenio, los que lo hacen a tiempo parcial por bajos salarios hasta los desempleados permanentemente. 

Cuando quienes defendemos las ideas socialistas como la expropiación de la propiedad de manos privadas, salen los voceros del capital a decirnos que le queremos sacar la casa al pequeño propietario eso es una gran mentira. El que nos deja sin tierra, sin vivienda, sin nada es el capitalismo que con su lógica de privilegiar las ganancias de unos pocos expulsa sistemáticamente a miles de trabajadoras y trabajadores.

Esto no es nuevo, el sistema capitalista está basado desde sus orígenes en que  la clase dirigente tiene el poder político, y por lo tanto administra la sociedad en su propio provecho defendiendo su pilar fundamental, la propiedad privada de los medios de producción y cambio.

Hace 170 años Marx y Engels escribían el Manifiesto Comunista allí, en el apartado “Proletarios y comunistas” arrasan con los argumentos de los defensores de la sagrada propiedad privada. Explican: “Ustedes se horrorizan de que queramos abolir la propiedad privada. Pero, en vuestra sociedad, la propiedad privada está abolida para las nueve décimas partes de sus miembros; existe precisamente porque no existe para esas nueve décimas partes. Nos reprochan, pues, el querer abolir una forma de propiedad que no puede existir a condición de que la inmensa mayoría de la sociedad sea privada de toda propiedad”.

Equipo de El Roble.

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Editorial El Roble N° 144 Octubre – Edición especial por cuarentena: «Tirar por la borda el lastre»

– ¡¿Cómo que no rema más?!… ¡¡Me extraña, Fernández!! ¿Estamos o no estamos todos en la misma barca? – Le dice un señor a un hombrecito que rema solo bajo la tormenta mientras otro montón de señores de traje lo miran con expresión de reproche.

El 30 de septiembre falleció Quino, autor de esta viñeta (y de muchas otras, como la tan recordada Mafalda) que, aunque tenga unos cuantos años de publicada, pareciera estar hablando de la situación actual.

 “De esta salimos entre todos” o “a todos nos toca poner el hombro” nos decían desde el inicio de la pandemia los slogans oficiales. Sin embargo, la CGT, empresarios y gobierno se pusieron de acuerdo en autorizar rebajas salariales de hasta un 25% y acordaron techos salariales de miseria. El 1% más rico del país amparado por el poder político se sigue negando a pagar un escaso impuesto a la riqueza -que desde el gobierno se apuran en aclarar: “es por única vez”-.

“Estamos en el mismo barco” pero a los que no tienen nada y se lanzan desesperadamente a tomar una porción de tierra, bancandose el frío, la lluvia y las patotas, se les niega la posibilidad de una vivienda digna. En muchas de esas tomas -el caso más resonante el de Guernica, pero son muchísimas más- el desalojo y la represión fueron la respuesta. “El mismo barco” pero quienes comandan el Estado defienden a capa y espada la propiedad privada, aún cuando los supuestos dueños de la tierra estén flojitos de papeles o sea sostenida con estafas vergonzantes como en el caso Vicentín.

En ese “mismo barco” el desempleo ya pasa el 13% y la pobreza alcanza al 40% de la población. Pero se le baja retenciones a la exportación de soja (y a las mineras) como una palmadita en el hombro de los capitalistas agrarios para ver si liquidan la producción, “traen” dólares y dejan de especular con la devaluación del peso… que por cierto haría aún más pobres a quienes parecen ser los únicos que reman el barco.

El chiste de Quino funciona justamente porque no se trata del mismo barco. Las y los trabajadores somos siempre quienes remamos, poniendo el sudor y el lomo en donde se descarga una crisis que esos mismos que reclaman “seguir remando” generan. Porque la pandemia solo vino a profundizar una crisis previa: todas las tendencias que se venían incubando se desataron con mayor brutalidad. No es nueva la crisis económica en el mundo ni en la región. No es nuevo el chamuyo de “la grieta” entre quienes generaron con orgullo las condiciones más propicias para el capital más concentrado y quienes, con discurso preocupado, buscan morigerar la bronca social intentando poner paños fríos pero garantizan las condiciones para que la acumulación capitalista siga su curso. Tampoco es nueva la posición cómplice de la mayoría de las direcciones sindicales que se apuran a cerrar filas con los patrones.

Tan nuestras las manos callosas de remar siempre, como lo son el hambre, la desesperación por no tener un techo, por no tener acceso a la salud. Tan nuestras, como nuestros son los muertos que se cobra este sistema, sea por asesinatos laborales, represión o abortos clandestinos.

El “chiste” de Quino funciona, porque nos deja pensando si se trata de seguir remando ese mismo barco con quienes nos piden “- ¡aguanten!”, o si ya no será momento de organizarse como la misma clase que somos para tirar por la borda todo ese lastre que exige -y concentra, hambrea, explota, reprime, depreda, contamina…- pero que jamás toca un remo.

Equipo de El Roble.

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