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El Roble N° 158 – Editorial Noviembre/diciembre: «Cierre de paritarias mirando al año nuevo… de ajuste»

En nuestra editorial de septiembre señalábamos que la última etapa del año estaba signada por una creciente conflictividad sindical dado el atraso salarial que trae aparejada la inflación. El conflicto con los obreros del neumático puso esto al desnudo, pero además emitió una señal clara para el conjunto de las patronales, al gobierno y a la oposición: para evitar nuevos estallidos de la lucha de clases debían anticipar la “actualización” paritaria que le empate a la inflación.

La suba imparable de precios sigue desatada, aún cuando el superministro Massa ha logrado mantener pulgar arriba frente al FMI cumpliendo con las metas pautadas y seguir disciplinadamente pagando deuda. Todas las iniciativas locales por controlar precios no parecen ser suficientes. A su vez, la devaluación por goteo del peso hace que el Banco Central tenga que vender millones de dólares para evitar una disparada mayor, medida que apenas sirve para salir del paso. A las puertas del 2023, el año electoral parece demasiado largo como para que el peronismo en el gobierno pueda llegar con aspiraciones de reelegir.

Con este cuadro de situación, bien podría pensarse que, paso a paso, el gobierno prepara el terreno para aplicar el viejo remedio anti-recesivo: congelar salarios y precios como forma de enfriar la economía. De este modo, reza la receta liberal, se logra equilibrar la macroeconomía estabilizando dos de las variables centrales: costo salarial y precios finales, lo que juega en favor de evitar una mayor depreciación de la moneda local, hace previsible el mercado y esto favorece la inversión de capital, lo que generaría una reactivación de la economía. Dicho en criollo, se abre la posibilidad concreta de un nuevo paquetazo de medidas -que por cierto en los ‘70 derivaron en el “rodrigazo”-: congelar estas paritarias sin tener en cuenta la inflación real que el año que viene que el gobierno difícilmente pueda controlar. De este modo, mazazo mediante al salario, se garantizaría un alto nivel de ganancias patronales sin que necesariamente se realice un crecimiento económico. La gran diferencia con el contexto de aquellas medidas impulsadas durante el gobierno de Isabel Perón por el ministro Celestino Rodrigo, es que el movimiento obrero se encuentra con mayores niveles de fragmentación (por dispersión política y sindical, por una mayor desocupación y precarización) y, por ende, de debilidad frente a los patrones.

Esto que se avizora como un escenario posible para el mediano plazo, se sostiene en parte por el cierre de paritarias ‘22-’23 en niveles históricos. Veamos números. Sanidad 96%, trabajadorxs de carga y descarga 96%, telecomunicaciones 103%, choferes de colectivo 100%, obrerxs navales 110%, lxs trabajadorxs de seguros 109,7%, lxs del calzado un 113%, en el vidrio pactaron 112,4%, farmaceúticxs 109%, aceiterxs 98%, camioneros 107%, bancarixs 94%, ferroviarixs 98%, además de los ya mencionados trabajadores del neumático que obtuvieron un aumento que les garantiza empatar a la inflación hasta julio del año que viene.

Por supuesto que la mayoría de estos acuerdos, salvo honrosos casos como la federación aceitera o el neumático, esconden dos aspectos importantes. Por un lado, en general los acuerdos no contemplan lo perdido en los meses previos y lo que se cobra retroactivamente no compensa la pérdida de salario real. Esta es una trampa de cálculo de la que gremios como el docente hacen gala una y otra vez para “dibujar” los números, pudiendo afirmar que nominalmente se le empata a la inflación pero en términos reales, se pierde ya que los porcentajes aplicados se calculan sobre salarios que ya han perdido algunos puntos en relación a los meses previos. Teniendo en cuenta esto, se hace sumamente necesario incorporar el planteo defendido y difundido por la mencionada federeción aceitera: en el centro del reclamo ubican, en lugar de porcentajes, la definición constitucional del Salario Mínimo Vital y Móvil. Es decir, retomar el artículo 14 bis de la constitución que plantea que el salario debe cubrir alimento, educación, salud, hogar y recreación.

Por otro lado, al ritmo de la crisis económica y la desesperación que genera en los bolsillos de cualquier laburante, se logra hacer foco en la discusión de porcentajes dejando de lado lo que se refiere a condiciones de trabajo. Sin sorpresa vemos como aparecen nuevas formas de flexibilizar las condiciones, la aplicación del banco de horas, de aumentar los ritmos de trabajo, de realizar cada vez más tareas, de achicar los tiempos de descanso, turnos que afectan la vida social, etc. La moneda de cambio que suelen utilizar las burocracias gremiales por conseguir algún punto más en la paritaria son estas cuestiones que implican mayores niveles de explotación.

Así, lo que se nos presenta como “la vida” en esta fase del capitalismo -global y regional, desde luego-, son formas de vida cada vez peores, más precarias, más empobrecidas en términos relativos si se compara no solo con el desarrollo técnico existente, sino en las proporciones de concentración de la riqueza en poquísimas manos.

Frente a este panorama, más allá de las diferencias mencionadas con el contexto del “rodrigazo” setentista, es de esperar que la reacción popular se haga presente. La conflictividad, pese a la burocracia y al peronismo entregado totalmente al ajuste, es muy posible que aumente. Tal vez allí tenemos la explicación por qué el único ítem del presupuesto 2023 que se aprobó con aumento fue en defensa y seguridad. La actividad del clasismo en general y de todxs aquellos que estamos por cambiar la sociedad de raíz -inclusive los medios alternativos y populares como el nuestro- es plantear con claridad este problema: mientras la riqueza producida por los muchxs siga siendo acumulada y concentrada por unos pocos no habrá soluciones para la barbarie en la que están hundiendo a la humanidad. No es posible hacer -como plantea la oposición liberal y neofascista- de que el capitalista sea un sistema “justo”; como tampoco es posible -como insiste el peronismo- que el capital y el trabajo puedan armonizarse y repartir la riqueza equitativamente. La lógica del sistema en su fase de crisis actual no deja más margen que miseria para las mayorías laburantes. Frente a esto no hay más remedio que salir a la lucha que, como aquí y allá, comienzan a hacer sectores del pueblo trabajador en nuestro país y en el mundo. El desafió es que esas peleas dejen de ser por vivir “menos mal” en este mundo y se transformen en peleas por construir un mundo nuevo, un mundo donde gobernemos lxs trabajadorxs, un mundo socialista.

Equipo de El Roble.

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El Roble N° 157 – Editorial Octubre: «El SUTNA nos demuestra que es posible luchar por más»

Movilización al Ministerio de Trabajo. Foto: Alejandro Valko.

La creación de empleo en Argentina está en ascenso desde hace ya más de un año. La tasa de desempleo llegó al 6,9 % en el segundo trimestre del año y la tasa de empleo (proporción de la población ocupada sobre la población total) fue del 44,6%(1), cifras muy similares a las de 2008, cuando fue el fin del llamado “viento de cola”. A su vez  hay que remarcar que gran parte de estos nuevos puestos de trabajo no son registrados o se dan en condiciones cada vez más precarias. La caída del salario se acentúa cada vez más. De acuerdo con los datos oficiales, en los últimos cuatro años fue del 20% pero en realidad esta tendencia ya lleva más de una década y nuestros bolsillos dan cuenta de que ha sido mucho más pronunciada.

Este combo de suba en niveles de empleo, peores condiciones laborales y deterioro del poder adquisitivo está provocando un incremento en las luchas. Al conflicto del neumático debemos sumar los de peajes, empresas lácteas y marítimos como a su vez conflictos docentes  y otros en varias provincias, en el  que sin dudas será el inicio de la búsqueda de mejores salarios y condiciones.

A esta realidad la burguesía quiere responder avanzando sobre el derecho de huelga. En las últimas semanas asistimos a las fascistas declaraciones de Espert que habló de «Cárcel (6 meses a 3 años) o bala» para los directivos del SUTNA y luego «Sindicato que cierra empresas, sindicato al que hay que sacarle la personería gremial». El repudio del Frente de Todos a estas declaraciones por violar derechos constitucionales suena un tanto hipócrita cuando el propio ministro Moroni realizó una presentación ante la Justicia Federal, solicitando la intervención de la misma ante la permanencia de directivos del SUTNA en el edificio de Callao; o ante el silencio “estampa” sobre  la detención en San Nicolás de dos sindicalistas pertenecientes al Sindicato de Camioneros,el dirigente gremial Fernando Espíndola y  Maximiliano Cabaleyro, referente del gremio y concejal del Frente de Todos, acusados del bloqueo del ingreso a una pyme de San Pedro, en el marco de un conflicto gremial en febrero de 2021.

A lo dicho, sumamos la aparición de proyectos como el de la senadora Carolina Losada, de Juntos por el Cambio, que impone penas de cárcel de dos a cuatro años a trabajadores, “sindicalizados o no”, que participen de bloqueos en empresas. La acompañan en la embestida una decena de legisladores de esa fuerza, como Alfredo Cornejo (UCR), Luis Naidenoff (UCR), Stella Maris Olalla (UCR), Eduardo Vischi (UCR) y Guadalupe Taglarierri (PRO). Advierten que “nos encontramos en un escenario de conflictividad sindical creciente”, que tiende a agravarse por “la inminente recesión económica”, ante lo cual consideran necesario anticiparse con la aprobación de leyes represivas.

Vemos claramente que  la clase patronal  al frente del Estado opta por criminalizar la protesta para así obtener la paz social que reclaman para seguir avanzando sobre condiciones laborales y salarios. Mientras, por el lado de la clase trabajadora, las centrales obreras también apuestan por esa paz social como dijo Yasqui: “Hoy Massa está tomando medidas que son necesarias para que este país no salte en pedazos y que son dolorosas”.

Ante esta avanzada patronal con la siempre servil venia de la mayoría de los dirigentes gremiales, las y los trabajadoras y trabajadores tenemos que oponer una política propia, que parta de reconocernos como clase social con intereses opuestos a los de la burguesía y con la claridad de que esta lucha es hoy y en las calles con nuestros métodos de acción: la asamblea resolutiva y la huelga. El triunfo de los trabajadores del neumático demuestra que es posible desarrollar esta perspectiva, aún cuando la mayoría de las conducciones peronistas insisten en querer apaciguar las aguas diciendo que “no dan las fuerzas para otra cosa”. 

Hoy  debemos solidarizarnos con cada lucha ya que son la expresión concreta de esta realidad. Es allí, en estas batallas cotidianas donde se dirime el futuro próximo.

También tenemos que plantearnos que al modelo de sociedad donde unos pocos se llevan lo producido por millones hay que derribarlo de lleno y construir una sociedad de iguales donde la producción esté al servicio de las necesidades de quienes la realizamos. En lo inmediato tenemos que apoyarnos en los procesos genuinos que surgen desde las bases; tenemos que ir de lo pequeño a lo grande, de lo local a lo más general, con paciencia y, fundamentalmente ayudando a construir en ese proceso una dirección política capaz de direccionar las luchas  al enfrentamiento de clases.

Equipo de El Roble.

(1) Informe del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma: Tensiones entre empleo, desempleo y precarización

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El Roble N° 156 – Editorial Agosto: «Con esto solo no va a alcanzar»

Finalmente, tras meses consecutivos de pérdida de poder adquisitivo del salario por la pasmosa suba de precios, las centrales sindicales toman nota del malestar que tienen sus representados. No habían alcanzado los bandazos del devaluado presidente Fernández ni la inflación galopante, ni los números sobre el trabajo informal. Tampoco la ausencia de medidas que busquen mínimamente aumentar recursos entre los sectores que más se enriquecieron en los últimos años, más allá de un único y lejano «aporte» de las grandes fortunas. La profundidad de la crisis económica y social parecía no alarmar a los grandes dirigentes sindicales, anestesiados posiblemente por su estilo de vida, más parecido a los patrones que al laburante, o ganados por la rosca política de la grieta. En cualquier caso, en los hechos la gestión de toda la dirigencia sindical, salvo honrosas excepciones como aceiteros o neumáticos, estuvo signada por la total parálisis de la acción en pos de defender los intereses de les trabajadores.

Pero aún con su lógica de «zapato sin gastar», el malestar por abajo se va acumulando. El golpazo que recibió este año Caló, cuando una maniobra por parte de otra fracción de la burocracia lo destronó de la cúspide del gremio metalúrgico. Afín al gobierno y empleado de Paolo Rocca, lejos de ser un representante genuino de ese malestar por abajo, Furlán expresa ese hartazgo todavía amorfo y desorganizado que tenemos les laburantes. Sin embargo, la «tragedia» de Caló encarna la pesadilla de toda la burocracia sindical: perder el poder y el privilegio que conlleva administrar las enormes estructuras sindicales del país, financiadas por los aportes de cada afiliadx y puesta al servicio -salvo honrosas excepciones, repetimos- de los intereses patronales. El recuerdo traumático del atril de 2017, la disputa del moyanismo dentro de la CGT y la situación política y social, funcionan como catalizadoras para volver a poner a las centrales sindicales en la calle este 17 de agosto.

La tensión social entre las clases manifiesta en este hecho político una de las contradicciones centrales del momento: el peronismo que intenta sostenerse en el poder y resisten incluso la llegada del súper ministro Massa, pero que, en pos de lavarse la cara frente a sus representades y eventuales votantes deben salir a la calle a protestar. Camuflan la maniobra hablando de los «especuladores», incluso de los «ajustadores» y otros eufemismos cuando claramente no se trata ni más ni menos que de los capitalistas y el gobierno. La contradicción los empuja a la calle. Y la calle es el terreno de disputa. Podrá ser una medida para descomprimir la bronca genuina de la clase trabajadora (formal e informal), podrá ser una jornada de lucha en defensa del salario y las condiciones de vida. Es de esperar que rapidito quieran llegar a Plaza Congreso para volver de nuevo a sus escritorios, lejos de cualquier contacto con el laburante de a pie.

Esta es la nota destacada de la situación, que por supuesto se suma al reciente paro nacional docente -el primero durante el albertismo- y a la dinámica de lucha abierta hace rato por los movimientos sociales. El elemento del movimiento obrero ocupado saliendo a la calle, al menos su aparato gremial, dado que la falta de un paro que acompañe dificulta la posibilidad de movilizar, abre el debate acerca de cómo deberían incidir los sectores clasistas y combativos. En este sentido, los sectores ligados al Plenario del Sindicalismo Combativo (PSC) de la izquierda y la Unidad Piquetera (Polo, MTR, FOL, Cuba, etc.), realizarán el mismo día una marcha desde Av. 9 de Julio a Plaza de Mayo con un acto propio. Tal como ocurrió en aquella jornada de marzo del atril, plantean mostrarse a cuadras del epicentro hablando para los propios y confiando en el rebote mediático de dicha medida. No es que esté siempre mal hacer un acto aparte, sino que se trata de actuar sobre los escenarios realmente existentes. Y la realidad indica que hoy las mayores porciones del movimiento obrero ocupado se estructuran en espacios dirigidos por esa burocracia entreguista.

A nuestro frecuente remate editorial, acerca de la necesidad ineludible de reconstruir la democracia asamblearia y de base en cada lugar de trabajo, agregamos que desde el clasismo debemos marchar en conjunto al movimiento obrero toda vez que las circunstancias nos permitan pelear por reivindicaciones justas y denunciar la responsabilidad de la dirigencia sindical con el ajuste en curso.

Equipo de El Roble.

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Editorial El Roble N° 155 – Julio: Crisis por arriba, ¿cómo nos organizamos por abajo?

No hay discusión respecto a cuál es uno de los problemas más urgentes del país: la inflación que no cesa y que en el último año crece mes a mes. Hoy las proyecciones rondan el 75% para 2022, lo que sería redondear el año con más inflación desde 1991. Pero el aumento descontrolado de los precios es sólo una arista del problema. Sabemos que la clase trabajadora, está viviendo al día. Hay quienes comen salteado, no les alcanza para los remedios o la ropa para su familia, se endeudan para comprar lo esencial.

En este marco de crisis social en aumento, se agudiza también la crisis política del gobierno. El contexto indudablemente lo golpea, pero también se desangra por su propia interna. Este fin de semana con la renuncia ¿inesperada? del ministro de economía Martín Guzmán se pronuncia la pérdida del ya poco capital político de Alberto Fernández. Queda por ver si, tras estas modificaciones en el gabinete, el camino es el del fortalecimiento del ala kirchnerista pensando en armados de cara al 2023 o si intentan algún manotazo de ahogado que aplaque la grieta interna del Frente de Todos. En cualquier caso, las consecuencias recaen sobre el pueblo trabajador que padece la incertidumbre alcista de los precios y la consecuente pérdida del salario real.

En este sentido, las paritarias (en el sector registrado) no terminan de cerrar el ciclo de negociaciones en este 2022 porque frente a la poca previsibilidad sobre el futuro inmediato son muchos los gremios que han logrado aperturas antes de la fecha prevista como camioneros, seguridad, sanidad, mecánicos, entre otros. En algunos casos se pactan aumentos todos los meses y una fecha para una nueva reapertura como en estatales y docentes. En otros, la burocracia sindical festeja haber conseguido porcentajes que le empatarían a la inflación pero disimula salarios bajos de por sí. Es importante destacar en este sentido que, salvo excepciones, los salarios quedan por debajo de la inflación porque los incrementos son posteriores y porque ya acumulamos cerca de seis años en el que muchos gremios ni siquiera le empataron a la suba de precios.

Las patronales, quienes tampoco pueden prever sus futuras ganancias, están pidiendo un mayor ajuste -en el mismo sentido que el FMI- para poder bajar la inflación, lo cual nos llevaría a un contexto con peores condiciones de vida. Con el argumento de que subir salarios es aumentar la presión alcista de los precios pretenden echarle la culpa al sector ocupado. Desde ya que sus ganancias nunca son puestas en discusión.

Ahora bien, podemos escuchar las distintas teorías respecto a la inflación, desde los liberales que sostienen que la inflación se da porque el Estado emite dinero, hasta los progresistas que sostienen que se trata de factores multicausales (que nunca explican) e insisten con los “formadores de precios”. Desde un análisis realista, el problema no depende solo de la voluntad de unos pocos actores -empresarios, políticos-, sino de un entramado de intereses que tiene, de un lado, la necesidad de mantener la paz social, la arrolladora lógica de la ganancia capitalista que echa mano a la remarcación en la cadena de precios como forma de blindarse en un escenario inestable y, del otro, la tensión que genera la crisis social entre los sectores ocupados y desocupados que ven cómo van perdiendo condiciones de vida. El peronismo en el gobierno funciona como garante del orden para que puedan desenvolverse los negocios patronales a costo,  paradójicamente, de no poder domar la inflación. El déficit fiscal es emparchado con emisión de pesos para cubrir sus propios gastos, que en gran medida tienen por objetivo mantener la situación social contenida. La inflación es una problemática histórica y estructural del capitalismo local.

En definitiva, como siempre decimos, quienes peor la están pasando son aquellos sectores que no tienen un trabajo registrado y viven de changas, de varios empleos, quienes van rotando de un laburo temporal a otro mientras reciben planes sociales para tener una mínima base de supervivencia. Contrario a lo que hacen algunos canales de televisión, tenemos que repetir que la mitad de quienes trabajan no tienen los derechos fundamentales, ni aguinaldo, ni vacaciones, ni obra social y ganan en promedio 60 mil pesos. Que el 60 % de lxs niñxs son pobres. Que la jubilación mínima no llega a los 40 mil pesos. Que según el Indec, una familia de 4 miembros necesitó en Mayo $99.000 para no ser pobre. Pero que sumando dos salarios mínimos apenas llegamos a los $91.000.

En este contexto el Frente De Todos está en plena crisis interna, pero pese a eso acuerdan en mantener el ajuste macrista lo cual nos demuestran, una vez más, el carácter de clase del Estado. Por momentos pareciera que las aguas se calman un poco y hay medidas que tienden a solucionar las internas como sucedió con el último de Kulfas por Scioli en el ministerio de Desarrollo productivo. Desde Juntos  por el Cambio (radicalismo, PRO y otros grupos menores) aún no definen candidaturas, pero van perfilando una opción cada vez más corrida a la derecha, ayudada en parte por el ultra liberal y conservador Milei -que a su vez es inflado por los medios-. 

Tenemos en claro que las soluciones o propuestas de un cambio verdadero para nuestro pueblo no vendrán de la mano de ninguno de estos políticos ni coaliciones. Por eso, tenemos que ser conscientes de que las tareas que tenemos por delante tienen que incluir el cuestionamiento de la lógica misma del capitalismo, de sus objetivos y de las consecuencias cada vez más críticas para la vida humana. Tenemos que señalar la importante batalla que los obreros del neumático están dando frente a los gigantes de Fate, Pirelli y Firestone, pues con una dirección gremial que correctamente propicia la manifestación de la bronca que cualquier laburante tiene en este contexto, mucho más si tiene que trabajar fines de semana y feriados en turnos rotativos. Apoyamos esta pelea en solidaridad con los compañeros, pero también porque hace semanas vienen echando mano a los métodos históricos de nuestra clase: la asamblea, el paro, la movilización y el corte de ruta para hacer oír sus reclamos. Demuestran que aun en momentos de cierta quietud,  quizás con la honrosa excepción de los movimientos sociales, Argentina es un país con un alto grado de movilización y de organización obrera, barrial, feminista, ambiental, estudiantil. ¿Cómo hacemos para juntar todas estas experiencias de lucha y organización? ¿Cómo hacemos para que sean parte de una opción de poder que sobrepase lo parlamentario? En momentos críticos como el actual, cuando se cumplen 20 años del asesinato de Dario y Maxi en aquel Puente Pueyrredon escenario de grandes luchas de nuestro pueblo, dejamos planteados estos interrogantes que pueden ayudarnos a pensar cómo recuperamos esa confianza en las propias fuerzas y plantarnos por nuestros intereses como trabajadorxs.

Equipo de El Roble.

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