A pocos días de asumir, el gobierno de Alberto Fernández anunció que suspendería la fórmula de movilidad jubilatoria que en 2017 había sancionado la gestión de Mauricio Macri. A mediados de febrero, se conocieron los aumentos decretados por el nuevo poder ejecutivo, que vendrán a reemplazar lo pautado por la fórmula anterior. Y, como no podía ser de otra manera, el nuevo gobierno comenzó su gestión aplicando un ajuste sobre la clase trabajadora pasiva.
El aumento implementado por el nuevo presidente brinda a los jubilados y pensionados que perciben hasta 16.500$ (poco más del 60% del total) un incremento levemente mayor al que recibirían con la fórmula macrista (que asciende hasta 1,4%). Frente a esto, todos los jubilados y pensionados que cobran más de 16.500$ (casi un 40% del total), recibirán un aumento menor al que hubieran recibido con la fórmula anterior.
En términos técnicos, según estimaciones realizadas, con estas medidas, el Estado estaría dejando de pagar entre 70.000 y 100.000 millones de pesos a los jubilados solamente en el 2020.
En términos concretos, esto representa un claro robo a los abuelos. Ahora bien, nadie que se diga bienintencionado estaría en contra de aumentar las jubilaciones de menor monto, por lo cual, ante esa medida, no habría objeciones. No obstante, cualquiera que tenga una mínima estima por los adultos mayores, estaría en contra que dicho aumento sea financiado por aquellos jubilados y pensionados que cobran más de 16.500$. Y este punto se ensombrece aún más cuando se observa que los verdaderos ganadores del macrismo no solo no resignan nada, sino que reciben beneficios impositivos, créditos subsidiados, y quitas en sus deudas con el fisco. Es decir, en tanto que los que ganaron siguen ganando, los que perdieron siguen “poniendo el hombro”.
En esta medida se desnuda de cuerpo completo la estrategia general que está llevando adelante el kirchnerismo: en tanto que privilegia la rentabilidad empresarial, hace una redistribución de ingresos dentro de la misma clase trabajadora. En otras palabras, reparte la miseria entre los laburantes, dejando las ganancias bien resguardadas. Todo esto enmarcado en un discurso “popular”, que a la vez que habla de “redistribución progresiva” del ingreso, pinta como privilegiados a los jubilados que ganan 20.000$ (si, 20.000$) o a los laburantes que a fin de mes les sobra un mango y quieren ahorrar en una moneda que no pierda valor (por ejemplo el dólar).
Ante esta realidad, tenemos que tener paciencia, porque muchos compañeros todavía depositan enormes esperanzas en el actual gobierno. No obstante, tenemos que dar el debate siempre y en cada lugar de trabajo, pensando una organización desde las bases, con independencia política de la burguesía, que pueda avanzar en las reivindicaciones más inmediatas, pero que también se plantee un horizonte revolucionario.
Por Cristian.